Relato "Obsesión".
- aroaalmaescritora
- 11 jun 2023
- 4 Min. de lectura
Hoy inauguramos una nueva sección dentro del blog. Os traigo un relato, espero que os guste. Ahora coged vuestro café o té y disfrutad de la lectura.

Me despierto desnuda en una oscura y fría habitación, me incorporo en la cama y miro a mi alrededor. No hay nada salvo la cama donde estoy, una bombilla cuelga del techo, dando poca luz a la estancia.
Me pongo de pie, la cabeza me da vueltas y por poco me caigo, pero me agarro a la pared, que está mojada. Corro hacia la puerta, que se abre según bajo la manilla, fuera no hay nada, solo más oscuridad.
Camino por el pasillo, buscando una salida, gotas caen del techo, el suelo está empapado y me resbalo varias veces antes de llegar a unas escaleras, las bajó deprisa, agarrada a la barandilla de madera podrida, con cuidado para no caer, con el corazón latiéndome desbocado y la lengua seca del miedo.
Abajo no está tan oscuro como arriba, hay velas sobre muebles con mejor vida en otros tiempos, las ventanas de lo que parece haber sido un salón, están tapiadas con maderas, hace frío, veo una manta sobre el sofá, la cojo para taparme, aunque húmeda, me ayuda a sentirme menos expuesta. Aunque quien me haya traído hasta aquí ya ha visto todo mi cuerpo.
Recorro cada habitación en busca de una puerta que me ayude a salir de esta casa abandonada, pero no la encuentro. Cada minuto que paso sin hallar salida, me pone más nerviosa y me desespera, intentó arrancar las maderas de las ventanas con las pocas fuerzas de las que dispongo, no consigo nada, salvo hacerme unos cuantos cortes en las manos.
Un ruido me paraliza, oigo el crujir de las escaleras, pisadas fuertes, como cuando quieres anunciar tu llegada antes de ser visto y un silbido que hace que un escalofrío recorra mi columna vertebral.
Me escondo, detrás de una de las puertas que hay en el salón y que da a un armario que huele a cerrado, me agacho en el suelo, encogida, agarro mis piernas con las manos y meto la cabeza entre mis rodillas, la angustia me aprieta el estómago, el silbido cada vez más cerca, las pisadas chapotean en el suelo.
—No podrás esconderte siempre querida Carolina.
¡Dios sabe mi nombre! Intento respirar despacio para que no me oiga, no reconozco esa voz de nada. Creo que mis latidos pueden oírse desde cualquier lado, tiemblo, lloro, cierro los ojos e intento pensar en otra cosa, imagino que estoy en mi casa, tumbada en mi sofá con uno de mis libros en las manos, mientras el fuego de mi chimenea caldea la sala en pleno enero y oigo la nieve golpear la ventana, un chocolate caliente me espera en la mesa.
La puerta se abre y una sombra se abalanza sobre mí, me ha encontrado y no puedo si no mantener los ojos y creer que sigo en mi hogar, mientras pone sobre mi cara un trozo de tela y cuando ve que no me resisto, me levanta en sus brazos y entonces yo vuelvo a dejar de pensar.
No sé cuánto tiempo ha pasado cuando vuelvo a despertar en el mismo sitio, con la diferencia que esta vez mi secuestrador me ha tapado con la manta que cogí.
Me quedo tumbada, mirando al techo, barajando las posibilidades que tengo de salir de allí ilesa o al menos lo menos ilesa posible.
Unos golpes en la puerta me asustan, decido quedarme quieta en la cama y cerrar los ojos como si siguiera dormida, la puerta se abre poco a poco, esas pisadas fuertes vuelven a aterrarme, intento estar lo más tranquila que puedo, necesito que crea que sigo dormida.
Deja algo apoyado en una mesa y se acerca a la cama, noto cómo observa mi cara, me coge la muñeca y tras comprobar que sigo viva, sale dando un portazo. Me incorporo en la cama, despacio para no marearme esta vez.
Me acerco para ver qué es lo que ha dejado y veo que es una bandeja con comida, un café aguado y unas galletas blandas, junto a un vaso de agua. Huelo todo, mi estómago se queja de la privación de comida y aunque no me fio de que no haya echado drogas, no puedo seguir sin alimento. Así que devoro todo y rezo para que no me siente mal o caiga de nuevo en los brazos de Morfeo.
¿Quién es él? ¿Por qué me tiene aquí? ¿Qué es lo que le he hecho? Preguntas de las que no sé la respuesta inundan mi cabeza. Sé que es un hombre, que sabe mi nombre, pero nada más.
Una voz que se cuela en la habitación hace que de un salto y que esté a punto de tirar el vaso de agua de mis manos.
—Veo que te has despertado. Desayuna querida Carolina. Imagino que te preguntarás qué haces aquí y por qué. Pronto obtendrás respuestas, ahora solo, descansa.
Tengo la garganta seca, no reconozco su voz, no sé quién es, lo último que recuerdo es esa dichosa fiesta a la que mis compañeros de trabajo me obligaron a ir. Imágenes de aquella noche me vienen a la cabeza. Copas, chupitos, bailes, luces fluorescentes. Toda la gente de la oficina estábamos allí. Yo bailaba con Raquel y Daniela en el centro de la pista.
Aunque lo intento con todas mis fuerzas, no consigo recordar más, esas imágenes de las tres juntas bailando es lo último que sé qué hice. Me siento en la cama y me masajeo las sienes esperando que ese simple gesto me ayude a recordar.
Comments